El dios Sol y la convivencia entre los hombres y los animales
En el Alto Baudó, cerca a la desembocadura del río Condoto, vive el viejo Ventura Dogiramá, famoso jaibaná de la región.
Un atardecer, mientras una adolescente virgen lavaba el centro del tambo con yerbas de agradable y penetrante olor, como parte de los preparativos para una ceremonia, el viejo, acostado en un extremo de la casa y cubierto por una raída cobija, “soñaba”. De vez en cuando, voces que no salían de su cuerpo, modelaban en la boca incisivas preguntas, conjeturas y acuerdos. Era una conversación con los espíritus del monte y del río, en la cual aclaraba un suceso que se había presentado en los últimos días.
En una vivienda abandonada, al otro lado del río y muy cerca de la suya, permanecía un mico yarré (Ateles sp). Cuando una familia de indígenas, que vivía río abajo pasaba en su canoa, el mico manifestaba con alborozo sus ansias y cariño por ellos. ¿Por qué no estaba en la selva con los otros micos buscando por los altos árboles cogollos y dulces frutos?
Cuando Ankoré (el sol) ya había caminado unas horas por el río del mundo de abajo, Ventura se sentó en su pequeño banco de jaibaná. Mirando el horizonte, por donde Ankoré desciende, entonó cantos y recitativos para que sus espíritus llegaran a la casa. Ya un rato antes, el gran caracol marino, soplado por un joven pariente, había enviado su sonido profundo y conmovedor al lugar de los espíritus para convocarlos. En el pequeño altar ubicado frente a él, estaban la chicha y los tabacos que ellos consumirían durante la noche. Entre las piernas de Ventura reposaban sus bastones de jaibaná mientras su mano derecha batía sobre las bebidas una sonora hoja de palma. Entonando el ánimo con ese ritmo absorbente, continuo y monótono, los espíritus o jais realizarían su trabajo, según lo convenido con el jaibaná.
Cerca de la media noche, el chamán pudo dialogar con el yarré. Este mico hembra le contó lo siguiente: ella era una mujer embera que había muerto hacia unas pocas semanas. Ankoré la convirtió en ese animal, enviándola del mundo de arriba a esta tierra. Ella permanecía en su casa porque desde allí podía estar cerca de sus hijos y maridos, de sus padres y de otros familiares, pues ellos pasaban con frecuencia navegando en sus canoas. Además, tenía temor de subir a los árboles, dado que nunca lo había hecho.
Ventura terminó su ceremonia al amanecer. Poco tiempo después, cuando Ankoré ya había caminado un poco por el río del cielo, la gente fue a observar a la mujer yarré. La vieron saltar del piso de la casa al suelo y subir al árbol más cercano. Con habilidad llegó a las altas ramas en donde la esperaba un grupo de yarrés. Cuando todos estuvieron reunidos, con ágiles saltos y braceos, se internaron en la inmensa selva.
Aunque la familia de la mujer le había solicitado a Ventura que la retornara nuevamente a su condición humana, ya era demasiado tarde. Entonces el jaibaná se sirvió de los espíritus de las especies para que ella completara su transitorio destino uniéndose a su nueva familia, la de los yarrés.
Viaje del alma
Esta historia nos permite vislumbrar el transcurrir de la vida y la muerte en los embera. A medida que un indígena pasa de una forma a otra realiza un recorrido de vidas por su cosmos, el cual se inicia con la muerte. (1)
Para entender este proceso, es preciso observar su sistema de vida. A pesar de que en los últimos tiempos el espacio entre las residencias familiares se ha estrechado, las pautas tradicionales de poblamiento establecen tramos hasta de varios kilómetros entre una familia extensa y otra. Cada unidad residencial puede combinar sin restricciones la patrilocalidad y la matrilocalidad (2) , y estar compuesta hasta por tres o cuatro generaciones. Así, cuando la familia extensa integrada por padres, hijos, nietos y probablemente bisnietos ha aumentado su población notablemente tiende a romperse. El nuevo núcleo familiar buscará otro lugar a lo largo del río principal o en alguno de sus afluentes y dará comienzo a otro ciclo.
Si tenemos en cuenta el sistema tradicional, cada unidad familiar tiene su propio jaibaná. Ahora bien, el jaibaná es quien posee el dominio de los espíritus de los animales y demás entidades que pueblan el cosmos. Esos espíritus o jais, enviados por él, son los que raptan el alma del indígena, causándole la muerte como ser humano. Este es uno de los motivos, por el cual cada unidad residencial procura interponer entre sus vecinos largos espacios de río y monte subsistir de acuerdo con sus requerimientos de carne de monte. (3)
Entonces cuando un indígena muere su alma viaja desde el río donde habitaba hasta un lugar denominado Ungá-Baito, que bien se puede traducir como el final de la aguas:
Ungá-Baito es el río de la purificación ubicado en los confines del océano. Después de muchos baños, el alma asciende por la escalera de "cristal de perlas", la cuál une el mundo de Akoré con el de los hombres. Si fue posible una total purificación, y además encontro familiares en el mundo de arriba, ingresa a ese nivel; de lo contrario es, lanzada al mundo de los hombres; en tal caso Pankoré decide en que especie de animal se ha de convertir esa persona. Para cumplir con su designio, "angeles-chamanes" descienden tras el alma y con pituras vegetales y golpecitos de sus bastones, van realizando la metamorfosis.
Ahora bien, si tenemos en cuenta el ciclo del hombre animal, seguramente el transito de indio-alma por los terriotorios celestiales, es solo con el propósito de retornar a la tierra embera, predestinado a ser un animal después de los ritos pertinentes.
El hecho de que un indio-alma sea transformado en uno u otro animal depende del temperamento de esa persona o de sus características vitales sobresalientes. Si fue un individuo agresivo, será un felino o cualquier iracunda hormiga; si se destacó por su tranquilidad quedaría convertido en un venado, una danta u otro animal que no sea abiertamente hostil.
De acuerdo con un suceso acaecido aun familiar de Ventura, a finales del siglo pasado se puede presentar la siguiente situación: cuando el indio-alma llega a la tierra de los embera para cumplir su metamorfosis, se dio una especie de enfrentamiento entre los "angeles-chamanes" que bajaron del mundo de Akoré y el chamán embera. Este, ya avisado y apoyado por el chamán dueño de los animales, el cual habita en uno de los mundos de abajo fue al lugar donde esa persona iba a ser transformada.
El antepasado de Ventura, cargado de bija, jagua, y pikive, se acercó rápido al cauteloso sitio. (4) Trató de anticiparse a los "angeles-chamanes" con el fin de lanzarle al indio-alma tintura extraida de la palmas que llevaban; así, lo convertía nuevamente en un embera. Sin embargo el hombre ya estaba convertido en un venado, aunque aún conservaba las manos de gente y el cuerpo no tenía pelaje. Los "angeles-chamanes" le recriminaron a jaibaná su acción y terminaron de pintarle el cuerpo al indio-venado con los colores característicos de ese animal.
Este acontecimiento nos muenstra como al indígena muerto se le puede variar su destino segun convenga a los intereses de los hombres o de los animales.
A través del relato mítico del puerco de monte se observa cómo un quedaron establecidos los intercambios y las uniones entre las especies con el propósito de garantizar la superviencia de todos. Los puercos de monte son gente que vive a lo largo de u río, en un mundo ubicado abajo de éste. Cuando suben a la tierra de los embera, pasando a través de una cueva que une los dos mundos, se colocan el traje de animales. De aquí llevan los frutos de la palma barrigona que para ellos es como el maiz.
Uno de los episodios del mito refiere como un indígena siempre fracasó en la cacería; a pesar de los muchos intentos y esfuerzos que hizo con su lanza nunca logró matar a un puerco salvaje. Debido a que ésta era la presa favorita de los cazadores, el hombre perdió estimación entre sus cuñados y su mujer; entonces decidió perderse en a selva para morir, pero antes intentaría seguir a la manada de puercos hasta donde le fuera posible. De esta manera legó al mundo de esos animales; allí lo estaba esperando "la dueña" de los puercos con el propósito de que se uniéra conyugalmente con una de las hembras y fuera desde ese momento, el guía y protector de la especie (5) .
Entonces, si tenemos en cuenta en contexto del jaibaná embera en el ciclo vital de los indigenas, podemos observar lo siguiente: practicamente toda muerte es atribuida a uno de ellos el cual, obviamente, no es del grupo familiar que está siendo afectado ya que una de las principales funciones es la de curar y proteger a sus parientes. (6) En este sentido, existe una permanente competencia entre los jaibanás, dado que la enfermedad y la muerte siempre están presentes. De manera general se puede establecer que el jaibaná posee jais de defensa y agresión. Se considera que los jais de agresión, es decir los que causan la muerte, son principalmente los jais de los animales que persiguen los cazadores para alimentar a su parentela.
La muerte de un individuo de cualquier especie no sólo significa el hecho físico de tener que servir de alimento a los individuos de otra especie, sino que implica el rapto del alma de ese ser, el cual desaparece para convertirse en miembro de otra especie. Por lo tanto, en el devenir de la vida por los diferentes niveles cósmicos, se puede ver que la muerte debida al rapto del alma es la manera como cada especie procura conservarse, tratando de mantener una determinada cantidad de individuos. Si los hombres sacrifican animales, los animales sacrifican hombres, lo cual conduce a una serie de “intercambios conyugales” entre las diferentes especies que habitan en el mundo.
El hecho de que en un momento dado o en determinados lugares, haya o no animales de presa, depende del jaibaná. A través de una ceremonia, él se encuentra con el “dueño” de la especie con el propósito de negociar los animales que requiere su grupo para alimentarse. Aunque socialmente no posee una jerarquía superior ni tiene privilegios económicos, es una persona necesaria y temida. El propicia la enfermedad y la salud, la vida y la muerte.
Por último, se debe aclarar que este cosmos se está desintegrando, ya que los procesos socio-económicos que de tiempo atrás vienen afectando la región, han conducido a la drástica disminución de las especies animales, como es el caso del Tapirus bairdii y el Tayassu pecan. Entre las causas generales podemos enumerar las industrias extractivas del oro, el platino y las maderas, el gran aumento de la población negra y en parte la indígena, la falta de otras alternativas de alimentación que no sean las especies silvestres y el crecimiento urbano que demanda todo tipo de recursos naturales.
JAIBANAES QUE VOLABAN
Picario fue el jaibaná más sabio que ha existido.
El y sus discípulos volaban, ayudados de sus estatuillas
de madera, de sus muñecos, de sus jai are,
pero ocultaron para siempre el secreto para volar.
Tomado de Luis Fernando
En el Alto Baudó, cerca a la desembocadura del río Condoto, vive el viejo Ventura Dogiramá, famoso jaibaná de la región.
Un atardecer, mientras una adolescente virgen lavaba el centro del tambo con yerbas de agradable y penetrante olor, como parte de los preparativos para una ceremonia, el viejo, acostado en un extremo de la casa y cubierto por una raída cobija, “soñaba”. De vez en cuando, voces que no salían de su cuerpo, modelaban en la boca incisivas preguntas, conjeturas y acuerdos. Era una conversación con los espíritus del monte y del río, en la cual aclaraba un suceso que se había presentado en los últimos días.
En una vivienda abandonada, al otro lado del río y muy cerca de la suya, permanecía un mico yarré (Ateles sp). Cuando una familia de indígenas, que vivía río abajo pasaba en su canoa, el mico manifestaba con alborozo sus ansias y cariño por ellos. ¿Por qué no estaba en la selva con los otros micos buscando por los altos árboles cogollos y dulces frutos?
Cuando Ankoré (el sol) ya había caminado unas horas por el río del mundo de abajo, Ventura se sentó en su pequeño banco de jaibaná. Mirando el horizonte, por donde Ankoré desciende, entonó cantos y recitativos para que sus espíritus llegaran a la casa. Ya un rato antes, el gran caracol marino, soplado por un joven pariente, había enviado su sonido profundo y conmovedor al lugar de los espíritus para convocarlos. En el pequeño altar ubicado frente a él, estaban la chicha y los tabacos que ellos consumirían durante la noche. Entre las piernas de Ventura reposaban sus bastones de jaibaná mientras su mano derecha batía sobre las bebidas una sonora hoja de palma. Entonando el ánimo con ese ritmo absorbente, continuo y monótono, los espíritus o jais realizarían su trabajo, según lo convenido con el jaibaná.
Cerca de la media noche, el chamán pudo dialogar con el yarré. Este mico hembra le contó lo siguiente: ella era una mujer embera que había muerto hacia unas pocas semanas. Ankoré la convirtió en ese animal, enviándola del mundo de arriba a esta tierra. Ella permanecía en su casa porque desde allí podía estar cerca de sus hijos y maridos, de sus padres y de otros familiares, pues ellos pasaban con frecuencia navegando en sus canoas. Además, tenía temor de subir a los árboles, dado que nunca lo había hecho.
Ventura terminó su ceremonia al amanecer. Poco tiempo después, cuando Ankoré ya había caminado un poco por el río del cielo, la gente fue a observar a la mujer yarré. La vieron saltar del piso de la casa al suelo y subir al árbol más cercano. Con habilidad llegó a las altas ramas en donde la esperaba un grupo de yarrés. Cuando todos estuvieron reunidos, con ágiles saltos y braceos, se internaron en la inmensa selva.
Aunque la familia de la mujer le había solicitado a Ventura que la retornara nuevamente a su condición humana, ya era demasiado tarde. Entonces el jaibaná se sirvió de los espíritus de las especies para que ella completara su transitorio destino uniéndose a su nueva familia, la de los yarrés.
Viaje del alma
Esta historia nos permite vislumbrar el transcurrir de la vida y la muerte en los embera. A medida que un indígena pasa de una forma a otra realiza un recorrido de vidas por su cosmos, el cual se inicia con la muerte. (1)
Para entender este proceso, es preciso observar su sistema de vida. A pesar de que en los últimos tiempos el espacio entre las residencias familiares se ha estrechado, las pautas tradicionales de poblamiento establecen tramos hasta de varios kilómetros entre una familia extensa y otra. Cada unidad residencial puede combinar sin restricciones la patrilocalidad y la matrilocalidad (2) , y estar compuesta hasta por tres o cuatro generaciones. Así, cuando la familia extensa integrada por padres, hijos, nietos y probablemente bisnietos ha aumentado su población notablemente tiende a romperse. El nuevo núcleo familiar buscará otro lugar a lo largo del río principal o en alguno de sus afluentes y dará comienzo a otro ciclo.
Si tenemos en cuenta el sistema tradicional, cada unidad familiar tiene su propio jaibaná. Ahora bien, el jaibaná es quien posee el dominio de los espíritus de los animales y demás entidades que pueblan el cosmos. Esos espíritus o jais, enviados por él, son los que raptan el alma del indígena, causándole la muerte como ser humano. Este es uno de los motivos, por el cual cada unidad residencial procura interponer entre sus vecinos largos espacios de río y monte subsistir de acuerdo con sus requerimientos de carne de monte. (3)
Entonces cuando un indígena muere su alma viaja desde el río donde habitaba hasta un lugar denominado Ungá-Baito, que bien se puede traducir como el final de la aguas:
Ungá-Baito es el río de la purificación ubicado en los confines del océano. Después de muchos baños, el alma asciende por la escalera de "cristal de perlas", la cuál une el mundo de Akoré con el de los hombres. Si fue posible una total purificación, y además encontro familiares en el mundo de arriba, ingresa a ese nivel; de lo contrario es, lanzada al mundo de los hombres; en tal caso Pankoré decide en que especie de animal se ha de convertir esa persona. Para cumplir con su designio, "angeles-chamanes" descienden tras el alma y con pituras vegetales y golpecitos de sus bastones, van realizando la metamorfosis.
Ahora bien, si tenemos en cuenta el ciclo del hombre animal, seguramente el transito de indio-alma por los terriotorios celestiales, es solo con el propósito de retornar a la tierra embera, predestinado a ser un animal después de los ritos pertinentes.
El hecho de que un indio-alma sea transformado en uno u otro animal depende del temperamento de esa persona o de sus características vitales sobresalientes. Si fue un individuo agresivo, será un felino o cualquier iracunda hormiga; si se destacó por su tranquilidad quedaría convertido en un venado, una danta u otro animal que no sea abiertamente hostil.
De acuerdo con un suceso acaecido aun familiar de Ventura, a finales del siglo pasado se puede presentar la siguiente situación: cuando el indio-alma llega a la tierra de los embera para cumplir su metamorfosis, se dio una especie de enfrentamiento entre los "angeles-chamanes" que bajaron del mundo de Akoré y el chamán embera. Este, ya avisado y apoyado por el chamán dueño de los animales, el cual habita en uno de los mundos de abajo fue al lugar donde esa persona iba a ser transformada.
El antepasado de Ventura, cargado de bija, jagua, y pikive, se acercó rápido al cauteloso sitio. (4) Trató de anticiparse a los "angeles-chamanes" con el fin de lanzarle al indio-alma tintura extraida de la palmas que llevaban; así, lo convertía nuevamente en un embera. Sin embargo el hombre ya estaba convertido en un venado, aunque aún conservaba las manos de gente y el cuerpo no tenía pelaje. Los "angeles-chamanes" le recriminaron a jaibaná su acción y terminaron de pintarle el cuerpo al indio-venado con los colores característicos de ese animal.
Este acontecimiento nos muenstra como al indígena muerto se le puede variar su destino segun convenga a los intereses de los hombres o de los animales.
A través del relato mítico del puerco de monte se observa cómo un quedaron establecidos los intercambios y las uniones entre las especies con el propósito de garantizar la superviencia de todos. Los puercos de monte son gente que vive a lo largo de u río, en un mundo ubicado abajo de éste. Cuando suben a la tierra de los embera, pasando a través de una cueva que une los dos mundos, se colocan el traje de animales. De aquí llevan los frutos de la palma barrigona que para ellos es como el maiz.
Uno de los episodios del mito refiere como un indígena siempre fracasó en la cacería; a pesar de los muchos intentos y esfuerzos que hizo con su lanza nunca logró matar a un puerco salvaje. Debido a que ésta era la presa favorita de los cazadores, el hombre perdió estimación entre sus cuñados y su mujer; entonces decidió perderse en a selva para morir, pero antes intentaría seguir a la manada de puercos hasta donde le fuera posible. De esta manera legó al mundo de esos animales; allí lo estaba esperando "la dueña" de los puercos con el propósito de que se uniéra conyugalmente con una de las hembras y fuera desde ese momento, el guía y protector de la especie (5) .
Entonces, si tenemos en cuenta en contexto del jaibaná embera en el ciclo vital de los indigenas, podemos observar lo siguiente: practicamente toda muerte es atribuida a uno de ellos el cual, obviamente, no es del grupo familiar que está siendo afectado ya que una de las principales funciones es la de curar y proteger a sus parientes. (6) En este sentido, existe una permanente competencia entre los jaibanás, dado que la enfermedad y la muerte siempre están presentes. De manera general se puede establecer que el jaibaná posee jais de defensa y agresión. Se considera que los jais de agresión, es decir los que causan la muerte, son principalmente los jais de los animales que persiguen los cazadores para alimentar a su parentela.
La muerte de un individuo de cualquier especie no sólo significa el hecho físico de tener que servir de alimento a los individuos de otra especie, sino que implica el rapto del alma de ese ser, el cual desaparece para convertirse en miembro de otra especie. Por lo tanto, en el devenir de la vida por los diferentes niveles cósmicos, se puede ver que la muerte debida al rapto del alma es la manera como cada especie procura conservarse, tratando de mantener una determinada cantidad de individuos. Si los hombres sacrifican animales, los animales sacrifican hombres, lo cual conduce a una serie de “intercambios conyugales” entre las diferentes especies que habitan en el mundo.
El hecho de que en un momento dado o en determinados lugares, haya o no animales de presa, depende del jaibaná. A través de una ceremonia, él se encuentra con el “dueño” de la especie con el propósito de negociar los animales que requiere su grupo para alimentarse. Aunque socialmente no posee una jerarquía superior ni tiene privilegios económicos, es una persona necesaria y temida. El propicia la enfermedad y la salud, la vida y la muerte.
Por último, se debe aclarar que este cosmos se está desintegrando, ya que los procesos socio-económicos que de tiempo atrás vienen afectando la región, han conducido a la drástica disminución de las especies animales, como es el caso del Tapirus bairdii y el Tayassu pecan. Entre las causas generales podemos enumerar las industrias extractivas del oro, el platino y las maderas, el gran aumento de la población negra y en parte la indígena, la falta de otras alternativas de alimentación que no sean las especies silvestres y el crecimiento urbano que demanda todo tipo de recursos naturales.
JAIBANAES QUE VOLABAN
Picario fue el jaibaná más sabio que ha existido.
El y sus discípulos volaban, ayudados de sus estatuillas
de madera, de sus muñecos, de sus jai are,
pero ocultaron para siempre el secreto para volar.
Tomado de Luis Fernando
Programa de busqueda: Metabuscador Ixquick
Descriptor utilizado: indigenas embera
Fuente: Pardo, Mauricio. 1984. Literatura oral embera. Centro Gaitán. Bogota
Pineda, O. Roberto, Virginia Gutiérrez de P. 1984-1985. Ciclo vital y chamanismo entre los indios chocó. “Revista Colombiana de Antropología. Volumen XXV. Bogota.
Vasco, Luis Guillermo. 1985. Jaibanas los verdaderos hombres, Biblioteca Banco Popular. Textos Universitarios. Bogotá .
Pineda, O. Roberto, Virginia Gutiérrez de P. 1984-1985. Ciclo vital y chamanismo entre los indios chocó. “Revista Colombiana de Antropología. Volumen XXV. Bogota.
Vasco, Luis Guillermo. 1985. Jaibanas los verdaderos hombres, Biblioteca Banco Popular. Textos Universitarios. Bogotá .
Disponible en : http://www.lablaa.org/blaavirtual/faunayflora/pacific1/cap24.htm
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